Autor Aníbal García Llarena
Nunca he visto tanto verde y de tantas tonalidades diferentes como en los campos que estoy presenciando hoy con el awwara que conocí. Todo gracias a esa estrella Canopo de la que tanto me habla, la cual todavía podía verla ya casi en el horizonte.
Todo lo que percibo en estas tierras lo veo muy bien emplazado y aprovechado. Me doy cuenta a simple vista de unas técnicas agrícolas que facilitan la siembra, aprovechan el agua y producen en abundancia.
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– Si no fuera porque eres pasado, diría que este tipo de agricultura es innovador.- Me atreví a decir al awwara que caminaba delante procurando servir de guía por los caminos ya escasos de luz.
– Sólo créeme una cosa- me respondió serio y con cierto aire preocupado.- Las personas crecemos y aprendemos cada día cosas nuevas. A veces las aplicamos y otras no, y estando en grupo compartimos esas experiencias con el fin de enseñar y seguir aprendiendo con el resto. Una sociedad crece de esa manera, pero cuando he visto algunas sociedades de otros tiempos, por ejemplo en el que tú vives. Me he dado cuenta de que ustedes ignoran esos aprendizajes. No los aplican o directamente no los escuchan, y casi todo lo que entienden por innovador en ese tiempo tuyo, amigo, es una enorme involución.
– Es decir, -expresé tímidamente con una frase que lancé sólo por hacer ver que había captado sus sabias palabras– que la sociedad va hacia atrás.
– No, no es eso. Sólo espera en esta vida que algún día dejen de destruir lo vivo y lo que esa estrella creó, y sí que puedan avanzar hacia el verdadero atrás.
No pude decir más. Me limité a esperar silencioso a que expresara algo nuevo.
Y así lo hizo.